
I
de niño creía ser un monstruo cuando, al mirarme en el espejo, no reconocía en el rostro aparecido el brillo de mis ojos.
sin ver en mí los rasgos de mis padres, sentía su tristeza respirar por mis pulmones.
así persistía la criatura entre tú y yo.
su influjo se perdió cuando moriste: vagando, el monstruo habría subido a las montañas, querría tragar hierbas para purgarse de mí.
pasadas largas lunas, hace poco volvió al espejo la criatura: se aparece de pronto en mi camino, repite los mismos versos que cuela en mis pulmones.
cada tanto sueño que vienes con el monstruo caminando por el negro prado de los montes y, feliz, emerges para siempre de entre las aguas de los ríos.
cada que despierto te busco desesperado en los prados y los montes; dirijo los ojos al espejo y te encuentro perdida en mi mirada.
II
cómo crece aquello que no he sembrado:
me rebasan las paredes
y entre las fisuras brota
concreto viejo, arruinado,
soñado acaso cual lenguaje vivo
dislocado de quienes lo pronuncian:
constructo que llega al cielo,
metáfora sin símiles.
cae el lenguaje sobre mí y lo repito en soledad, alejado del vacío, próximo a otros cuerpos vivos, detenido en el tiempo como piedra, pesado como la piedra, herido por la piedra que pronuncio.
III
se llenó la plaza de angustias. sigo el trayecto de la mirada y no alcanzo a recordar, aunque así me lo proponga, cómo llegué a este paraje. ¿así habrá sido estar en lo alto de la pirámide? esta tristeza que lo mata todo, así la certidumbre de mi cuerpo puesto en este desolado, desecado lago abierto en el que camino sin reconocer, cual muerto vivo, soñado, el refugio de mi angustia.
¿qué casa habré de imaginar, aquí, donde no hay ni sombras, historia o significados?
¿qué es mi cuerpo aquí sino ya casa, vertedero obsceno del sol en este oscuro desierto?
¿así habrá sido ver al sacerdote enfrentarse a su histórica mirada, entregarse humildemente al vacío? ¿y qué habrá más allá del sacrificio? ¿será cierto que con nuestra sangre se renueva el universo?
IV
algo en la mesa llama a tu silencio,
será el libro abierto, la foto vieja,
los planos olvidados de la casa,
el polvo que se acumula perene;
las cartas puestas boca abajo cierran
aquellas puertas aún desconocidas.
ya no hay caminos que tus pies conozcan,
en esta vida o en la otra, padre nuestro,
que no conduzcan a la muerte tibia
de tu alma, dios de todos tus sentidos;
los árboles los sueñas tú, las flores,
mas no los ojos que sin ti te miran.
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Jorge Pérez Escamilla Nacido en la Ciudad de México en 1980, estudié literatura en la Universidad del Claustro de Sor Juana y fui miembro de la primera generación de la Escuela Dinámica de Escritores, dirigida por Mario Bellatin. Fui miembro por ocho años del colectivo Teatro Ojo, grupo que ha trabajado alrededor de los espacios liminales por más de dos décadas presentando proyectos en distintas ciudades de América y Europa, en sedes como el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y el festival Belluard Bollwerk, en Fribourg, Suiza. He sido investigador documental e iconográfico, así como curador, en una treintena de museos y exposiciones en México y otras partes del mundo. Tengo, a la fecha, cuatro libros publicados: Lo mortal (Versodestierro, 2013); Las lenguas muertas (Ediciones Camelot América, 2018; Ediciones Periféricas, 2021) Síndrome O'Gorman (Ediciones Camelot América, 2019) y Principio de incertidumbre, (Ediciones Camelot América, 2022).

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